A 30 años de Slint y su «Spiderland», el disco que apadrino al Post Rock.

Hablar de Slint, banda originaria de Louisville, Kentucky, es hablar de una de las bandas mas influyentes de fines de los ochentas y principios de los noventas, tienen el gran logro de que con solo dos álbumes y un EP en su discografía, su sonido complejo y aura mítica fue permeando lenta pero profundamente el circuito underground del rock independiente de Estados Unidos y varias partes del mundo, para volverlos un grupo de culto; un disco en particular es el que los ha vuelto vitales en la historia del rock alternativo y el posterior desarrollo del post rock, su segundo álbum, Spiderland (1991), un álbum melancólico, visceral y lleno de letras que hablan de la traumática transición de niño a adulto, de inicio a fin es una oda a las vicisitudes de la juventud pero alejándose de los sentimentalismos banales.

Conformados por Brian McMahan (Guitarra y Voz), David Pajo (Guitarra), Todd Brashear (Bajo) y Britt Walford (Batería), en 1990 la banda ya contaba con un debut ruidoso pero prometedor llamado Tweez (1989), el cual los había ayudado a resaltar del común denominador de bandas de Hardcore, Punk y Post Punk que había en ese entonces, con largos e intrincados pasajes instrumentales, guitarras estruendosas y una voz casi hablando en vez de cantando se asoman de forma rústica, pero la intención de hacer algo diferente con su música ya se notaba, así que con la ayuda del productor e ingeniero, Brian Paulson (Dinosaur Jr., Wilco), el grupo se embarco en un proceso estresante y autoexigente que termino llevándolos a la separación a unos pocos meses antes de que saliera el disco, lo cual creo diversas leyendas urbanas sobre lo intenso y casi psicótico de la grabación, la cual se completo en solo cuatro días.

Spiderland tal como su nombre lo indica y como dijera el hermano de McMahan, suena denso, misterioso y angustiante, el track inicial «Breadcrumb Trail», inicia con un par de guitarras suaves y llenas de armónicos que marcan la pauta del ritmo sincopado de la batería y bajo mientras la voz literalmente nos habla de una historia de amor entre un chico y una gitana que lee la fortuna, con esas pequeñas reminiscencias líricas a «100 Años de Soledad» de García Márquez, la canción poco después explota en ruido y gritos, esa dinámica se mantiene en todo el track, suavidad y potencia, gritos y palabras habladas, melodía y distorsión, de forma tan hipnótica como furiosa, Breadcrumb es una declaración de que lo suyo va duro y en serio.

El siguiente track, «Nosferatu Man», es un relato sobre la tragedia vampírica, con tremendos guiños al Drácula de Bram Stoker, pero si lo oscuro, casi darky se presenta líricamente, la contraparte musical también es sumamente tenebrosa, con un ritmo poco ortodoxo lleno de remates a destiempos y sincopas, acordes disonantes y repentinas explosiones guitarreras, se demuestra con claridad toda la furia a flor de piel que la banda tiene; la continuación con «Don, Aman», es una pieza más reflexiva y sencilla con guitarras, bajo y voz que se mantienen melodiosamente casi todo el tiempo hasta transformarse visceralmente casi al final, mientras nos cuentan la historia de un hombre solitario, su incapacidad de conectar con otros y la introspección que hay en su cabeza por estos sucesos, otro track excelso sin duda.

Al llegar a «Washer», la penumbra de los tracks anteriores aun continua, pero aquí la tensión parece irse acumulando, la atmósfera melancólica se nota aún más por la letra que se puede interpretar como una historia de desamor lo mismo que como una nota suicida, la canción te mantiene al filo del asiento por varios minutos gracias a la gran dinámica de silencios y melodías de las guitarras y batería que van preparándonos para la explosión emocional y rabiosa del final, mi favorita en lo personal de este disco; en el caso de «For Dinner», la banda se mantiene con esa formidable interacción entre armonías, silencios y sincopas rítmicas pero ahora sin emitir una sola palabra, con gran precisión construyen una atmósfera lúgubre, como de despedida o de réquiem, paradójico por que aun no llega el final.

Con una narrativa y ritmo cinematográficos, el cierre llega con «Good Morning, Captain», la canción emblema de Slint, que se uso para el polémico filme «Kids» de Larry Clark en 1994, y que resuena a la perfección por la similitud entre los chicos y chicas de la película con la historia que se anida en la voz de McMahan sobre un chico que extraña, añora y sufre la perdida de su inocencia, el trauma de tener que madurar y el hecho de mirar desde lejos con tristeza el paso del tiempo, si a eso le sumamos un ritmo matemático y laberíntico, un bajo simple pero efectivo y unas guitarras espeluznantes que se transforman en los momentos indicados para recordarnos lo visceral de su sonido, esta canción por si sola vale todo el disco pero en realidad completa el viaje a las penumbras más escabrosas del dolor y duda adolescentes, una joya desde cualquier ángulo que se le escuche.

Después de salido el disco, la banda se ha reunido esporádicamente a lo largo de los últimos 30 años, siendo la mas reciente y última en 2014, pero sin sacar material nuevo y sin una clara intención de hacerlo, acompañados del misticismo creado alrededor de su separación y el extraordinario sonido creado en este disco, se les sigue considerando como una agrupación seminal e influyente, bandas como Mogwai, Godspeed You! Black Emperor, Explosions In The Sky e Isis los citan directamente como una referencia para la creación de sus primeros discos, de hecho, junto a Tortoise (en la cual Dave Pajo, su guitarrista llego a tocar) y un puñado de bandas más, dieron pautas y hasta normas para el Post Rock, Math Rock, Post Hardcore y hasta el Screamo, en su momento fue tan inclasificable lo que se escuchaba que no se sabia a ciencia cierta si esto era punk, grunge, indie o que demonios era, por eso de forma involuntaria, crearon una etiqueta para si mismo y a la que a otros grupos después les pondrían la misma.

Hipnótico, denso, tenebroso, apabullante y hasta inquietante, Spiderland es un álbum clásico, atemporal y formidable que a más de 30 años de su salida se sigue sintiendo fresco, potente y pertinente, el contenido lírico y musical sigue escapando muy bien de los clichés y sin duda alguna las ramificaciones de lo que aquí crearon han sido tan variadas, que terminan de redondear lo impresionantemente bello y profundo de este disco, el cual no tenía alguna intensión magnánima de ser así una obra épica o influyente pero si de ser artísticamente relevante, aunque en el fondo es un disco hecho por jóvenes para jóvenes y he ahí su mayor encanto. Sin más palabras que decir, escúchenlo de inicio a fin y disfrútenlo.

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